Transgénicos al viento
Por @PoluxBlack
¿Qué pasaría si de pronto tomáramos un jardín increíblemente rico, repleto de flores y frutos, con un clima perfecto para su crecimiento, aunque con un pésimo jardinero y con herramientas aún peor conservadas, y lo llenáramos de árboles exóticos y bichos extraños?
Pues este panorama no dista mucho de lo que podría pasar en el Perú, en materia de transgénicos.
El nuestro es un país megadiverso, cuenta con aproximadamente 17,000 especies de plantas, de las cuales una cantidad superior a 5,200 son endémicas, es decir, únicamente se encuentran aquí y solo aquí. Aquí encontramos 28 tipos de clima diferentes que le aseguran una variabilidad de cultivos inmensa. Pero también posee una débil institucionalidad y una deficiente infraestructura agrícola que impiden la adecuada fiscalización de los tipos de especies que se siembran y cosechan, así como no se cuenta con el equipo necesario para impulsar el mercado orgánico.
Pero… ¿cuál es el problema con ello?
Empecemos recapitulando un poco. La biotecnología moderna concibe a los transgénicos como los nuevos organismos que son el resultado de la identificación y transferencia de uno o más genes (transgenes) de una especie a otra. En el caso concreto de la agricultura, este transgén que se inserta al nuevo organismo estará destinado a controlar una propiedad útil del mismo (por ejemplo, la resistencia a ciertas condiciones climáticas) que se manifestará en el recientemente creado. El uso de este tipo de conocimiento aplicado a la mejora de los productos alimenticios y la masificación de cultivos se ha expandido en múltiples escenarios en donde las necesidades de la población son apremiantes. Blandiendo la espada de la ingeniería genética, parece que se ha dado solución a muchas de las deficiencias de la Madre Naturaleza: susceptibilidad a los cambios de temperatura, resistencia a las plagas, potencial de producción de frutos, colores más vivos, sabores más intensos… pero, no todo es color de rosa, ¿o sí?
Como mencioné anteriormente, el potencial del Perú es inmenso. Los recursos genéticos presentes en él son de importancia estratégica para el mundo moderno y es en este aspecto que juega y puede jugar un rol decisivo. Con especies dedicadas casi enteramente al mercado gastronómico y farmacéutico, hemos enrumbado con fiereza por una senda muy prometedora en términos de inversión. También, pensemos tan solo en que la agrobiodiversidad sin gente se vuelve algo así una fotografía estática e incompleta. No existe una valoración adecuada de la misma si atendemos exclusivamente a la importancia de los recursos genéticos, sin considerar el elemento esencial que constituyen los sistemas de conocimiento que los acompañan y las instituciones sociales que les sirven de soporte.
Bien, el asunto se pone feo cuando nos damos cuenta que aquí YA HAY productos transgénicos. Y casualmente, son especies modificadas que podrían competir con las que ya se encuentran presentes en nuestro caudal de biodiversidad*; o peor aún, sustituir a las ya bien arraigadas especies endémicas (contaminación genética). El movimiento de genes desde un cultivo a sus parientes silvestres, por ejemplo, podría dar lugar a una nueva planta híbrida con ventajas competitivas sobre las poblaciones silvestres, con mayor persistencia y capacidad para perturbar el ecosistema.
La pérdida de especies endémicas por el flujo de material transgénico traería consigo un sinnúmero de problemas, uno tras otro: la desaparición o desplazamiento de la especie de su lugar de origen, la imposibilidad de aprovechamiento del producto en la localidad, la pérdida de los conocimientos tradicionales de los pueblos para su aprovechamiento, la alteración del equilibrio ecosistémico y la desventaja de contar con menos materia prima para muchos productos que consideramos como “bandera”.
Otro punto en contra para la libre proliferación de organismos genéticamente modificados (OGM) son los estudios que muestran una fuerte tendencia de desarrollo de reacciones alérgicas en las personas que los consumen, y al ser estos, nuevos organismos, los resultados pueden resultar impredecibles a la hora de diagnosticar el caso particular.
A modo de corolario, en el mes de abril pasado, la Comisión de Defensa del Consumidor del Congreso puso de nuevo en la mesa de debate el tema del etiquetado de productos que contengan insumos genéticamente modificados, a raíz de la entrada en vigencia del Código de Consumo, en donde se incluye en el acápite de “Información de los productos”, como un derecho de todas las personas de saber si lo que comprar o no puede ser potencialmente dañino para su salud, lo cual encrudece aún más el contexto en el cual se vierten las posturas de ambos bandos.
A simple vista, la inclusión de transgénicos sería la tan deseada “solución mágica” a muchos de los problemas de producción de alimentos en el Perú… pero se llega a esa conclusión solo tomando en cuenta un análisis superficial de los factores en juego, sin considerar la incapacidad de nuestras entidades para fiscalizar cuántos y cuáles tipos organismos ingresarían a nuestro territorio, ni cuál sería el procedimiento de bioseguridad pertinente en caso de una repentina fuga de esporas, ni tomando en cuenta que sería mucho más seguro promover políticas de apoyo a los productos orgánicos y endémicos.
Finalmente, podríamos reflexionar acerca de que, en realidad, los OGM no son perjudiciales per se. Podrían resultar muy útiles en zonas en donde la geografía y el clima relativamente estables permitieran un cultivo de calidad de modo masivo, sin afectar especies relevantes para la zona. Pero hacerlo aquí, en un lugar en donde se debería priorizar la agricultura de calidad y no la de cantidad, con tantas especies en juego, sería francamente una locura.
*Desde el punto de vista legal o convencional para el Convenio de Diversidad Biológica (CDB, 1992), la biodiversidad está compuesta por los genes, las especies y los ecosistemas, incluyendo a las relaciones de los seres vivos entre sí y con su ambiente, así como los hábitats físicos donde se producen estas relaciones.