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Crónica de una Muerte Silenciosa

Publicado: 2011-03-01

Por @azapatel

La conversación fue breve, algo que suele ser común en sus esporádicos contactos con los de afuera. Tira el telefono, está furioso y empieza a patear el escritorio frenéticamente.  Pasa , hijo. No importa que me veas asi, piensa, y el sonido hueco de la melamine complementa el grito de sus pensamientos.  Por un momento quiere llorar, y, luego de haber abusado del mueble, busca algo de confort en aquel sillón que sujeta su gravitante humanidad. El silencio, por lo general tan cómodo, esta vez lo agobia. Hijo, que haces viéndome así, tranquilo, vamos a subir, piensa nuevamente. Solo piensa, y no puede decir nada. El hijo examina al padre e intenta sopesar su soledad.

Papito, tranquilo, la fuente puede estar equivocada – sostiene con la firmeza de una malagua. El padre, silencioso y con los ojos sollozando, intenta parir sus pensamientos, pero las palabras abortan y aquellas murmuraciones prenatales son lo único que logra dar a luz. El hijo se acerca e intenta comprender los sonidos de ultratumba que, el padre, en su mayor esfuerzo intento transmitir. Esta parado frente a él, y lo ve derrotado.

En aquellos segundos, el hijo intenta ocupar el silencio con sus palabras, llenas de aire e incomodando al padre.  El padre mira a su hijo, y se distrae. Observa las hipotenusas que cables, alambrado y postes forman tras la ventana. Papi, esos de la encuesta del domingo están amarradazos con el puntero. Nos quieren bajar y no podemos permitirlo. Tenemos que lanzar un comunicado, tenemos que callarlos!

El padre solloza, y el hijo se conmueve por su padre. El hijo no cree un carajo de lo que dice, pero lamenta ver el estado paupérrimamente desolador en el que contempla a su progenitor. El padre se levanta del sillón, y ve al hijo con esperanza. Las encuestas tienen la culpa, piensa. Lo mira, se acerca y se para a pocos centímetros de él. Levanta un brazo, y con la manga amarillenta de su camisa se limpia el rostro. El hijo ve la manga, y se conmueve con asco – su papá lleva vistiendo la misma camisa durante cinco días. No le importa, a fin de cuentas, es su padre. El padre lo ve, acerca sus labios a la frente del hijo y lo besa, lo abraza y, finalmente, sonríe. Las encuestas son las culpables, piensa. Esta vez no intenta hablar, señal de comodidad.

El silencioso padre vuelve a mirar por la ventana, y ve que ahora una tortolita adorna las hipotenusas alambradas. Mañana saldré en televisión, y hablare con la gordita para tirarnos abajo aquel sistema de mierda que me tira abajo, piensa. Se acerca al escritorio, y coge su gorrito, señal de triunfo. Va cayendo la tarde, y se convence. El hijo, voltea, y sale del cuarto, resolviendo que lo peor que pudo pasarle a su padre fue querer ser presidente. Voltea, y ve al padre, pavoneándose y mirándose en el reflejo de la ventana. El silencio se vuelve a apoderar de la habitación, y el hijo baja raudo las escaleras. Sabe que deberá estar ahí, para cuando su padre lo necesite – seguramente el próximo domingo.


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